Griffith* tiene 18 años y vive en una ciudad de Margibi con su hermana pequeña de 7 años, Annie*. Su madre y sus hermanas (Mary de 11 y Madeline de 19) murieron de ébola. También murió el bebé de Madeline de solo 6 meses.
Save the Children proporcionó a Griffith y Annie comida – arroz, carne en lata y sardinas –cuando estuvieron en cuarentena. Cuando acabaron los 21 días de cuarentena, les dieron un colchón para dormir, una cazuela para cocinar, un cubo y una toalla, y realizaban visitas de seguimiento para ver si iban necesitando más comida y artículos de higiene. Han estado recibiendo apoyo psicosocial de Kou, que trabaja en el Ministerio de Salud y Asuntos sociales (MOSHW). Kou, de 24 años, fue formado por Save the Children en primeros auxilios psicosociales. El tío de Griffith y Annie, Emmanuel, les visita de vez en cuando y está pagando su alquiler, y su comunidad también les ayuda con comida. Su padre aún está vivo pero ya no estaba con su madre, por lo que vive en otra ciudad.
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Annie*, 7 años
Las consecuencias del ébola en la vida de Griffith
“Mi madre se sentía débil y no tenía apetito. Llamamos a una ambulancia y se la llevaron para tratarla, pero no sabíamos cómo estaba. Una semana después mi hermana mayor se sintió mal y también se la llevaron. Tres días más tarde mi hermana Mary también se puso mala, después mi otra hermana mayor Madeline y su bebé se contagiaron. Fue ahí cuando nos pusieron en cuarentena. Algunas personas de la comunidad trajeron comida y agua, y lo dejaron fuera de nuestra casa. Save the Children nos dio comida y un colchón porque los que teníamos los quemaron.
Nos quemaron muchas cosas que teníamos en casa, y tuvieron que desinfectarla antes para que pudiéramos volver a quedarnos. Dormimos fuera, debajo de un árbol. Había humedad, tenía frío y estaba incómoda porque solo teníamos una manta, pero nos abrazamos entre nosotros para mantener el calor. Me iba a despertar con dolor en el cuerpo. Desde que se acabó la cuarentena, la Comunidad ha sido muy buena con nosotros. Ahora podemos ir al surtidor de agua sin problemas, y Annie puede salir fuera a jugar. Es duro. Cuando se porta mal y le riño, se enfada y me dice que echa de menos a nuestra madre. Yo no tengo la paciencia que tenía nuestra madre pero no me gusta que se enfade.”
*El nombre ha sido cambiado por motivos de seguridad